La citología o test de Papanicolau es una prueba sencilla e indolora que se lleva a cabo durante las revisiones ginecológicas anuales. Se realiza analizando bajo microscopio las células obtenidas por raspado de la abertura del cuello uterino y su función principal es el diagnóstico de lesiones precursoras del cáncer, de infecciones de la zona e incluso de otro tipo de problemas que pueden resultar hormonales. 

Para su realización se hacen tres pruebas durante una misma consulta, para ello se introduce un espéculo en la vagina que separa ambas paredes y deja visible el cuello uterino. A partir de ahí, se toma una muestra celular de una de las paredes vaginales del fondo del saco vaginal, tanto desde la parte externa como de la interna, para hacer una lectura hormona que registra el ciclo menstrual.

A continuación, una segunda prueba bacteriológica, esta vez de la parte externa del cuello uterino, con intención de descartar hongos o gardnerella, que produce vaginosis bacteriana. Y para finalizar, se realiza una tercera toma en el canal del cuello uterino para reconocer alteraciones morfológicas de las células y ver si existen displasias o alteraciones celulares, el canal del cuello uterino es el que comunica el interior de la cavidad uterina con la vigina. Una vez obtenidas las tres tomas, se realizan una serie de tinciones para mejorar el contraste de la imagen del microscopio y se observarán las células para poder realizar el diagnóstico. 

La importancia de las citologías

La realización de este tipo de pruebas es muy importante, el 80% de los cánceres de cuello uterino son a causa de no haberse hecho nunca una citología y haberse dado cuenta tarde, cuando los síntomas ya son difíciles de tratar. Las células a veces pueden verse inflamadas a causa de alergias, pero también pueden estarlo por culpa del papiloma humano (VPH), que además de causar verrugas si es de bajo riesgo, en caso de no tenerlas (alto riesgo) y no tratarlo puede producir cambios en las células hasta conseguir que el virus derive en cáncer. Esta alteración de las células debe de seguirse de manera diferente si se va en busca de células precancerosas, ya que si se realiza pronto, se está a tiempo de poner solución gracias a las células precursoras, que son las que dan lugar a un número limitado de células especializadas.

De este modo, una citología en una mujer con displasia o anomalías en los tejidos tendrá que verse con células alteradas y hacer frente a las lesiones tanto de bajo como de alto grado. Una lesión de bajo grado se elimina sola, si es de alto grado, una biopsia sería suficiente. En caso de tratarse de una lesión profunda, podría incluso ser necesario practicar una histerectomía (quitar parte del útero), pero solo como último recurso.

¿Cuándo hay que hacerse una citología?

A día de hoy, es bastante improbable que se desarrolle un cáncer de cuello uterino antes de los 25 años, por eso es recomendable empezar a hacerse citologías a esa edad. Pero tampoco se aconseja, en caso de haber empezado a mantener relaciones a los 15 o en caso de que se padezca alguna enfermedad, esperar 10 años para hacerse la primera citología. Incluso a los 30 se recomienda someterse a un test de VPH y repetirlo cada cinco años para descartar posibles células alteradas.

La periodicidad que aconseja la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) para realizarse una citología es a partir de los 3 años después de haber empezado a mantener relaciones sexuales y en caso de resultados negativos, mantener ese mismo intervalo de 3 años para las próximas pruebas. Pero también existen casos concretos en los que se sugiere hacerse una prueba anual, así como mantener un mayor control en caso de:

  • Tener una vida sexual activa.
  • Haber obtenido positivo en citologías anteriores.
  • Tener verrugas en la zona genital provocadas por el VPH.
  • O haber sufrido con anterioridad alguna infección de transmisión sexual (ITS).

¿Qué es necesario para hacerse una citología?

Para realizarse esta prueba cervicovainal no es necesaria ninguna preparación previa, pero sí que existen una serie de recomendaciones cómo:

  • Haber finalizado la menstruación unos 3-4 días antes, no es recomendable acudir a la cita menstruando ya que esto podría impedir una correcta interpretación de la muestra extraída.
  • No haber mantenido relaciones sexuales con penetración durante las 48 horas previas al examen.
  • Haberse lavado externamente con agua y jabón y no haberse realizado lavados vaginales internos.
  • No haber usado tratamientos tópicos vaginales, tales como óvulos, cremas o espermicidas, durante los 5-7 días previos a la prueba.

Resultados de la citología

Si el resultado de las pruebas es negativo, no habrá de qué preocuparse, ya que no existirá ninguna enfermedad ni variación de las células que pueda resultar perjudicial. Pero en caso de ser positiva, nos estarían diciendo que tenemos células anormales que pueden advertirnos de infecciones.

Estas anomalías en las células se clasifican de diferente manera según la clasificación “TBS” (sistema Bethesda), a partir del cual se elaboran los tratamientos oportunos. 

Los valores de anormalidad de la célula se dividen en:

  • Normal.
  • Atípica.
  • Displasia.
  • Carcinoma in situ.
  • Cáncer invasivo.

Después de eso, la citología se clasifica por:

  • ASCUS: Células atípicas de dudosa significación.
  • LGSIL: Cambios de bajo grado o por infección VPH.
  • HGSIL: Lesión de alto grado.
  • Cáncer.

Este tipo de prueba no supone ningún riesgo, lo más grave que puede suceder al realizarla es que se produzcan pequeños sangrados, pero suelen ser muy escasos y apenas duran más de un día. Sin embargo, someterse a ella resulta más que necesario, ya que  no llevar un registro puede suponer un riesgo para la salud.

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